Black Sabbath em 1970. Fuente: bbc.com

Ozzy ha muerto”. Aquel titular —un 22 de julio de 2025— me dejó en un estado raro: no fue tristeza, fue vértigo. Sentí “como si alguien apagase el sonido de fondo que siempre estuvo ahí” y, de pronto, el presente se quedó sin su rugido habitual. En mi cabeza, Sabbath dejó de ser solo música y se volvió lengua materna alternativa, “una liturgia en clave menor”.

A raíz de este trágico evento se me ocurrió la idea de escribir sobre Ozzy y Black Sabbath. En mi juventud había escuchado más a Ozzy en solitario. «Crazy Train» es casi una de mis canciones de cabecera. Durante décadas desconfié del “satanismo” de Sabbath. Y he descubierto a la banda en la que Ozzy debutó como cantante en la madurez de la vida. Y me he dado cuenta de que Black Sabbath no son satánicos. Son un grupo que muestra cómo convivir con la fragilidad y seguir cantando. A veces el rock nos educa en cosas que ninguna escuela enseña: cómo mirar el miedo sin anestesia, terminé encontrando justo en sus letras contrario: un examen de conciencia, eso sí, con un diccionario oscuro.

Birmingham, fragua del metal: la ciudad que afinó en gris

Tony Iommi. Fuente: fmrockandpop.com

Fui consciente del humus del que brotó el Heavy Metal. Para explicar Sabbath hay que bajar a Birmingham: humo, fundiciones, clase obrera. Allí Tony Iommi perdió las yemas de dos dedos en una prensa; se fabricó dedales de plástico, bajó la afinación a Do♯ y encontró una ética del riff que pesa como una viga. Esa cicatriz industrial es el ADN del sonido.

Humo, fábricas y clase obrera: contexto que sonó en Do♯

Nada de plan maestro: contingencia, necesidad y oficio. Sabbath suena a ciudad que trabaja; por eso la batería de Bill Ward respira swing, el bajo de Geezer dialoga y la guitarra cae como los golpes de una fábrica de metales pesados.

El tríptico fundacional (1970–1971): sonido, estética, ideología

Geezer Butler. Fuente: mariskalrock.com

Con tres discos en dos años, Black Sabbath construyó una gramática completa.

Black Sabbath: el tritono como puerta al horror cotidiano

Entraron al estudio como quien hace un turno de fábrica: repertorio de directo, 12 horas para grabar y otro día para mezclar. Por eso el debut suena a sala, no a laboratorio: lluvia, trueno, campana y banda tocando sin barniz. Ese “en vivo en el estudio” te mete dentro del cuarto: casi puedes oler los amplis calientes.

El arranque homónimo es una escena más que una canción. El tritono (diabolus in musica) hace de atajo hacia lo siniestro; no inventaron el intervalo, pero lo vuelven firma: tres notas que muerden el aire mientras Ozzy pregunta “What is this that stands before me?”. Aquí no hay doctrina: hay sobresalto. Y ese sobresalto funciona filosóficamente porque la música da forma inmediata a lo que todavía no sabemos decir; sales con la sensación de haber mirado algo oscuro y, sin embargo, estar más despierto.

La voz de Ozzy en este disco es vulnerable y amenazante a la vez: “no canta; conjura”. Ese “defecto” técnico —nasalidad, rango corto, vibrato irregular— se convierte en efecto: una liturgia industrial donde cada nota parece un conjuro a medias entre salvación y condena.

Musicalmente, el swing de Bill Ward (escuela jazz) evita la rigidez marcial; Geezer no “cimenta”: dialoga con Iommi, pisa wah-wah cuando conviene y empuja las estrofas como si subrayara la acusación. Esa micro-coreografía (riff-bajo-batería) es ya Sabbath.

Paranoid: urgencia existencial, protesta y memoria colectiva

La industria no dio respiro: cuatro meses después del debut, otro disco. Se aislaron en una granja de Gales y salieron canciones como “War Pigs” e “Iron Man”. La propia “Paranoid” nació en 25 minutos de pausa a instancias del productor: riff sencillo de Iommi, Ward se sienta, Geezer entra, Ozzy improvisa… y boom: single involuntario. El disco es un compendio de urgencia + pesimismo que conectó con su generación.

Aquí Ozzy encuentra su registro natural: cronista del desastre. No canta sobre la paranoia; es la paranoia hecha sonido: “papel de lija emocional” que raspa y atrapa. En “War Pigs”, su voz es a la vez oráculo y comentarista de una guerra que nunca termina. Musicalmente la intro marcha fúnebre —acordes con aire, batería contenida—, sirena y bajo marcando alarma: el Mal no está en el sótano, despacha desde despachos.

Claves éticas que desmontan el mito “satánico”:

  • War Pigs”: antibelicismo sin incienso negro; la metáfora de “brujas” denuncia poder que conspira.
  • N.I.B.”: Lucifer narrador… que cambia por amor; más experimento moral que misa negra .

El resultado es un álbum que piensa con riffs más que con discursos.

Master of Reality: la bajada de afinación y el ADN del doom

La lesión de Iommi en 1965, provocó que bajara la afinación de su guitarra tres semitonos del Mi hasta el Do#. Geezer acompasa el bajo. Lo que empezó como medicina se volvió estética: grave ominoso, compases que respiran y un ADN doom en crudo.

La secuencia de temas “After ForeverChildren of the GraveLord of This WorldSolitudeInto the Void” traza un arco moral: esperanza (fe sin postureo), alarma generacional, falsos señores, consuelo íntimo y huida técnica que llega tarde. “Solitude” revela a un Iommi delicado (flauta, piano) sin romper el clima.

Ozzy madura: ya no solo transmite miedo, también aceptación lúcida de la oscuridad; en “Children of the Grave” suena a elegía del futuro, y en “Sweet Leaf” a trance hipnótico. Sí, su voz puede parecer monótona; en realidad es monocorde ritual que te mantiene en estado de escucha tensa.

La lección técnica-ética: la limitación (dedales, afinación baja, cuerdas, tesitura) se convierte en estilo; la forma enseña tanto como el mensaje. El tempo lento te hace oír el peso; la aceleración te muestra la salida; el retorno al motivo inicial recuerda que la libertad se mantiene día a día.

Elementos compartidos de la trilogía (y por qué siguen vigentes)

  • Tritono como puerta: atajo emocional hacia lo siniestro que Sabbath institucionaliza.
  • Swing con gravedad: Ward detrás del beat = pesadez sin rigidez.
  • Bajo que habla: Geezer como coprotagonista (wah, contramelodías, pluma letrística).
  • Voz “imperfecta” como verdad: no técnica → necesidad; no ornamento → conjuro.
  • Estética “en vivo en el estudio”: capturar la energía antes que la perfección.

En corto: estos tres discos no son solo “orígenes”; son un mapa genético que aún resuena: cada riff, silencio y campanada siguen sonando como titulares de una crónica que empezó en 1970 y no ha terminado.

Ozzy Osbourne. Fuente: rockaxis.com

Filosofía a volumen brutal: un filósofo escucha Black Sabbath

Mi método: del riff a la idea. Semana tras semana, volví a las canciones como quien vuelve a la moral de batalla. La última parte del libro está dedicado a expresar lo que he sentido al escuchar las canciones de Black Sabbath y a desentrañar ideas filosóficas de fondo. Sabbath no predica; incomoda. Esa incomodidad te obliga a pensar.

Micro-ensayos

  • “Black Sabbath”Coraje forzado: mirar el miedo, seguir respirando.
  • “War Pigs”Ética pública: el Mal se expide desde despachos.
  • “After Forever”Fe como pregunta (no como coartada).
  • “N.I.B.”Redención improbable: incluso el símbolo del Mal elige cambiar.
  • “Paranoid”Conciencia en corto: ansiedad como tempo vital.
  • “13”Memoria del material: mismo idioma, otras arrugas.
Bill Ward. Fuente: eatplayrock.com

Resiliencia en clave metal: Iommi, Ozzy y el oyente

Aprendí de Iommi que la técnica también puede ser prótesis; de Ozzy, que volver a presentarse ya es victoria. Y de mí, que el miedo se puede escuchar sin que te trague.

Tocar con prótesis: técnica y tono después del accidente

Dedales, cuerdas de banjo, Do♯: ingeniería obrera aplicada al arte. Tony no sé quedó de brazos cruzados maldiciendo su suerte por la amputación de las yemas de los dedos que estaban en contacto con las cuerdas de acero de su guitarra. Se fabricó unas prótesis, probó dotar a la guitarra con cuerdas de banjo, bajó la afinación de su instrumento.

Vivir y crear con Parkinson: lo que me enseñó Ozzy

El 21 de enero de 2025 Ozzy y Sharon hacen público en la televisión que Ozzy ha sido diagnosticado con Parkinson. No conocí este dato hasta el día de su concierto de despedida el 5 de julio de 2025. Para ese entonces ya habían pasado tres años desde mi propio diagnóstico de esta enfermedad degenerativa.

Guía de escucha inmediata (sin dogma)

7 canciones para entrar hoy (Sabbath + Ozzy)

  1. Black SabbathBlack Sabbath (experiencia del miedo).
  2. War PigsParanoid (ética y poder).
  3. N.I.B.Black Sabbath (redención irónica).
  4. After ForeverMaster of Reality (fe interrogativa).
  5. ParanoidParanoid (urgencia).
  6. Crazy TrainBlizzard of Ozz (confianza y claridad).
  7. Diary of a MadmanDiary of a Madman (drama compositivo).

Álbumes imprescindibles y por qué

  • Trilogía 70–71 (Black Sabbath, Paranoid, Master of Reality): genoma del género.
  • Blizzard of Ozz / Diary of a Madman: segunda gramática de Ozzy, canciones antes que pirotecnia.
  • 13: espejo tardío del origen, cierre del círculo.

Conclusión

Entré a Sabbath con prejuicios y salí con preguntas mejores. Entre cruces de taller, tritonos y riffs de acero, descubrí una banda más humana que demoníaca y un cantante que, incluso en su debilidad, siguió siendo canal. Si a eso le llamamos satanismo, que vengan los exorcistas; yo lo llamo responsabilidad con distorsión.


Black Sabbath. Fuente: rockaxis.com
Mi nuevo proyecto: «Black Sabbath y Ozzy Osbourne: liturgia del riff, mito y filosofía en voz alta»

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

This site uses Akismet to reduce spam. Learn how your comment data is processed.