1ª edición de Señor del mundo de 1907

Señor del mundo es una novela distópica de Robert Hugh Benson. Fue publicada en 1907, mucho antes que las grandes distopías modernas de Huxley (Un mundo feliz, 1932) y Orwell (1984, 1949). La trama de la obra de Benson se sitúa alrededor del año 2000. Es muy importante leer la introducción, porque coloca al lector en situación. Curiosamente el mismo autor afirma que, si a alguien le disgustan los prólogos, no hace falta que lo lea.

Pero, perdóname, querido Hugh, sin ella el lector queda desubicado. Ni más ni menos, explica qué ha ido ocurriendo desde 1907 hasta la fecha de la trama de la novela. Con su lectura se entienden mejor los cambios producidos en la sociedad y la política que se describen en el libro. En los primeras dos décadas del siglo XX se alza una ideología humanitarista y atea que gana tantos adeptos que no encuentra oposición real en la esfera política. Con esta hipérbole, que es el artificio literario, Benson pretende juzgar las nuevas ideas socialistas que comenzaban a surgir en su época. ¿De qué manera? Permitiendo que se desarrollen sin oposición durante cien años y observando las consecuencias lógicas a las que llegarían.

Señor del mundo es una novela fascinante y terrible que plantea una ideología que se aleja de la trascendencia e instaura un culto inmanente a la humanidad, que llega al poder enarbolando la bandera la tolerancia, pero que no dudará en aplastar a los que no piensan igual, un mundo en el que la eutanasia está plenamente reconocida y aceptada (ver artículo sobre Robert Hugh Benson y la eutanasia).

El contraste de la Iglesia Católica

Basílica de San Pedro, Ciudad del Vaticano

Solo hay una institución que se resiste a ser asimilada por la ideología dominante: la Iglesia Católica. Los católicos son los únicos que mantienen abierta la posibilidad de la trascendencia y de la existencia de Dios. Sin embargo, el régimen los considerará traidores a la humanidad. Parece oírse a lo lejos el eco de las palabras de Nietzsche, «Dios ha muerto», «Sed fieles a la tierra». El mundo moderno, lleno de avances tecnológicos, como los aparatos voladores que surcan las grandes ciudades de Europa, los soles artificiales, los trenes de alta velocidad o unas bombas capaces de destruir una ciudad entera (¿precursoras de las bombas atómicas?), contrastan patéticamente con la Roma de Juan XXIV, también llamado Papa Angélico, anclada en el pasado, sin electricidad, donde se transportan a mercancias y personas con carros tirados por caballos o mulas. La Ciudad Eterna se ha situado voluntariamente casi dos siglos atrás en el tiempo y alberga en su interior a las casas reales europeas que han sido expulsadas de sus reinos. El Papa afirma que no quiere que los avances tecnológicos hagan perder de vista lo realmente importante: la salvación del alma.

En este artículo, que se puede descargar para obtener una mejor experiencia de lectura, aparecen dos formas de entender la vida y el mundo que que están siempre de fondo en la trama de la novela Señor del mundo. Una es la visión humanitarista (o “comunista” como la llama el autor) y otra es la visión católica. Cada una de estas visiones tiene una forma concreta de entender la sociedad y la historia. En el artículo descargable, se analizan cada una de estas dos corrientes.

Las dos corrientes ideológicas que se enfrentan en la novela

Karl Marx (1818-1883)

Los «comunistas» de Señor del mundo son herederos de diferentes pensadores. Por su parte atea recogen ideas de Marx, Feuerbach y Proudhon; por sus ideas socialistas e internacionalistas dependen bastante de cierta tendencia anarquista del primer socialismo. En concreto, el prólogo del libro nombra a un ultrarrevolucionario y antimilitarista francés llamado Gustave Hervé, que según Benson fue el inspirador del “comunismo” que reinaría en los tiempos de Señor del mundo. Por la vertiente ritualista, a mi entender son herederos de Comte y de la masonería. Su cosmovisión es inmanente.

Los católicos son los cristianos que creen que en asuntos de fe y costumbres el imperativo viene de arriba. A falta de Dios en la tierra, que diga lo que se debe hacer, la Iglesia con el Vicario de Cristo a la cabeza, interpreta su voluntad. En el Señor del mundo los católicos tienen un papel fundamental porque son los únicos que se oponen al régimen hegemónico mundial. Su cosmovisión es trascendente.

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