Soy Sergio Gómez Moyano, de Barcelona. Hay pocas cosas que no me interesen y te doy la bienvenida.

Soy profesor de bachillerato y de universidad. Y se me ocurrió hace algunos años embarcarme en una tesis sobre un tal Robert Hugh Benson, un inglés peculiar, y raro, muy raro; casi como yo. Desde entonces he prologado libros de este señor y algunos hasta los he traducido a la lengua de Cervantes. Una de estas traducciones (Historias sobrenaturales) fue alabada por Juan Manuel de Prada en uno de sus certeros artículos.

También escribo ficción. Y mis novelas son especiales. Querencio, por ejemplo, cuenta las aventuras de un chaval que se escapa de casa y se va de viaje por tierras extrañas para ver si su vida adquiere algún sentido. ¿Y qué pasa? ¿No podía encontrar el sentido de la vida en su casita, sentado en su sofá? Pues parece que no. Al final ya no sé si el libro es de filosofía o ficción. Quizá la gracia está en que es los dos a la vez y, además, me han dicho que combina ambas de forma ágil y seductora. Y yo me lo creo.

No puedo negar que me va el rollo filosófico, pero me molesta que la filosofía sea un tema exclusivo de personajes sesudos y decrépitos, la mayoría ya muertos, por cierto. Necesitamos darle un toque vital, que las ideas cobren vida, incluso hasta el límite de la transgresión: porque las ideas tienen que tocar tierra. El mundo de las ideas de Platón quedó desierto hace siglos. Por este motivo, me dio por abrir un blog titulado “Cápsulas filosóficas”, donde intento bajar la filosofía a la vida; que no es poco.

Razón y fe

He pensado mucho también en la relación entre la fe y la razón. Siempre me he preguntado si se puede descubrir a Dios con la sola razón. Si nos situamos con nuestra imaginación en el inicio, en el Big Bang, surgen muchas preguntas. Dicen los físicos que antes de esa gran explosión no había materia, no había tiempo ni espacio. ¿Qué había, entonces? Algunos, entre ellos Stephen Hawking, dicen que no había nada. Pero es imposible que salga algo de nada. Porque la nada es, literalmente, nada. ¿Se debe postular la existencia, previa al universo, de un ser que haya creado, donde antes no había nada?

Qué somos

También me pregunto sobre qué es el ser humano. No es fácil de responder a esta cuestión, pero creo que no se puede negar que somos especiales. Uno de nuestros rasgos distintivos es que somos seres narrativos. Nuestra vida es un relato del que podemos dar cuenta. Además nos encanta relatar historias.

En los albores de la humanidad, la tribu se reunía al anochecer en torno al fuego y el más anciano contaba historias ante el asombro de los demás. Su boca era capaz de crear mundos, seres extraordinarios, universos mágicos, pasiones ardorosas, acciones heroicas y eventos que marcaron su historia.

La palabra es mágica y es capaz de crear, de conjurar personajes, acciones, ambientes, ideas que flotan como denso incienso en la imaginación, a través del cual el lector adivina los mismos sentimientos e ideas del escritor


Divulgación

Me anima divulgar grandes y, a veces, complicadas ideas. Aristóteles decía en el libro segundo de la Metafísica: “La ciencia, que tiene por objeto la verdad, es difícil desde un punto de vista y fácil desde otro. Lo prueba la imposibilidad que hay de alcanzar la verdad y la imposibilidad de que se oculte por entero”.

Tiene razón Aristóteles, como casi siempre. Entre la imposibilidad de ocultar toda la verdad y la imposibilidad de alcanzar la completa verdad hay todo un camino por recorrer. En este camino hay verdades fáciles, difíciles y las demasiado obvias. Las fáciles se muestran, las difíciles se explican y las demasiado obvias se revelan. Estas últimas son las más curiosas, porque son tan evidentes que no las tenemos en cuenta.

Me gusta desmigar las duras verdades difíciles y obvias para que puedan ser comprendidas. Y una forma bastante adecuada es a través de la literatura de ficción. Porque el camino que se inicia al ir descubriendo verdades que estaban ocultas por su dificultad o su obviedad es un camino sin retorno: el mundo no vuelve a ser el mismo. ¿Has visto Matrix? Es como tomar la pastilla roja.